viernes, 3 de agosto de 2018

Sífilis, la gran simuladora




Los síntomas y signos pueden confundirse con otras enfermedades, de ahí que se le considere “la gran simuladora”, además de que son diferenciales entre la sífilis adquirida como ITS y la congénita. Para el primer caso, se habla de cuatro fases: la primaria (en la que se produce una llaga o chancro en tejido membranoso y suele no ser dolorosa), la secundaria (en la que aparece salpullido en el cuerpo y membranas mucosas, y hay fiebre, inflamación linfática, dolor de cabeza, garganta, pérdida de peso y pelo, y fatiga), latente (en la que desaparecen la mayoría de los signos y síntomas) y la avanzada (en la que se compromete el sistema nervioso, se dañan órganos internos, se deforman las articulaciones y huesos, se puede presentar ceguera y trastorno mental o demencia).

La congénita o por transmisión vertical no se evidencia en bebés menores de tres meses, después comienzan a aparecer problemas de rinitis y se desarrollan lesiones en los huesos, particularmente tibia y articulaciones; en algunos casos hay afectaciones en paladar y tabique nasal.
Hoy ya no se considera una enfermedad aguda y mortal, ya que existen avances en prevención, diagnóstico y tratamiento que posibilitan su control con antibióticos en etapas tempranas, aunque no se logre revertir los daños. La complejidad de su manifestación nos lleva a cuestionar: ¿por qué sigue activa y en aumento?, ¿por qué ha perdido relevancia entre las personas?, y tal vez lo más grave, ¿por qué ha vuelto al mundo de lo privado, íntimo y secreto? La sífilis venérea adquirida y congénita siguen siendo un problema de salud pública y a nivel cultural se ha internalizado como un riesgo admisible para quien tiene vida sexual activa.

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